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El post de las confusiones





 
Hace tiempo que quería postear esta receta.

Son de esas que son tan de todos los días que a veces una se olvida que quizás en otros lugares no sea tan común.

Y es el caso de las milanesas que hoy les ofrezco a la napolitana.

Puede parecer una contradicción a primera vista. Para cualquier persona del planeta menos los argentinos (incluidos los italianos) una milanesa es una persona oriunda de Milán y una napolitana es una persona oriunda de Nápoles. (¿en qué quedamos? ¿es milanesa o es napolitana?).

Para los argentinos, en cambio, una milanesa instantáneamente evoca una de las minutas más ricas que puede haber, asociada por default con un buen puré de papas o en su defecto, una montaña de papas fritas…

En Argentina, es una buena opción para salir siempre del paso ya que las podemos tener en el freezer y se fríen (o se hornean) directamente del congelado lo que las vuelve muy cómodas a la hora de comer si no sabemos qué hacer o no tenemos ganas de pasarnos mucho rato en la cocina. Por si esto fuera poco, a todo el mundo le gustan así que no podemos fallar, ni aún en el caso de que haya paladares “exquisitos” en nuestra mesa.

Otro día les cuento bien la historia de la milanesa pero hoy quiero detenerme en particular en las milanesas napolitanas.

Para agregar confusión al asunto, si uno va a Nápoles y pide este plato, lo más probable es que los italianos se rasquen la cabeza confundidos no sepan de qué diablos le estamos hablando. Y es que la milanesa napolitana no se inventó en Italia sino en Buenos Aires. Más precisamente en el restaurant Napoli, frente al Luna Park en donde los dueños tuvieron la idea de ofrecer este plato para los clientes que se cruzaban a comer allí antes o después de las peleas de boxeo. A mí se me ocurre que fue una opción inteligente para aprovechar milanesas sobrantes, aunque yo, en este caso hice las milanesas especialmente pero como llevan doble cocción (primero se fríen y después se les da un breve golpe de horno) resultan ideales para aprovechar las milanesas que sobren (¡que sobren!) del almuerzo o del día anterior. Esto, claro, si no las aprovechamos ya en algún rico sándwich con mayonesa, tomate y lechuga (mis preferidos cuando era chica). En pan francés, claro.

La versión con jamón (que es la clásica, la que se inventó en el restaurant) es la  versión de lujo en mi casa. Yo siempre las comí “a la pizza”, con salsa de tomate y queso fresco solamente y ¡qué ricas quedaban!

Y para colmo, la guarnición de estas milanesas napolitanas es una ensalada rusa. Que en Rusia no la conocen así. Esta ensalada sí fue un invento italiano en donde, vaya a saber por qué razón, la bautizaron como insalata rusa. Quizás porque todo lo que fuera “ruso” daba la sensación de menjunje, mezcolanza, o cosas al azar, para confundir, ¿será por el idioma? Sino ¿por qué tendríamos en nuestro idioma términos como “montaña rusa” o “ruleta rusa”? Lo más lindo de todo es que en Rusia a esta ensalada se la conoce como “Salat Olivier” en honor al chef Lucien Olivier que allí la puso de moda. La vera ensalada rusa nada tiene que ver e incluye carne (otro día les cuento como hacerla).

Para la ensalada rusa
 
1 kg de papas
500 grs de zanahorias
150 grs de arvejas
5 cdas de mayonesa
sal y pimienta a gusto

En un bol colocar las papas cocidas y las zanahorias cocidas cortadas en cubitos.
Añadir las arvejas
Agregar la mayonesa y mezclar bien.
Colocar en una fuente.


Milanesas a la napolitana

1 kg de milanesas de nalga, 250g de queso mozzarella o queso fresco, 200g de jamón cocido, salsa de tomate y aceite c/n, pan rallado, huevo batido, harina, provenzal*, sal y pimienta a gusto

Batir los huevos con provenzal. Pasar los bifes por harina salpimentada, huevo y pan rallado. Freír. Escurrir sobre papel absorbente. Poner primero una feta de jamón, luego la salsa de tomate y por último el queso. Llevar al grill del horno y gratinar. Yo las acompañé también con unos tempura. Les debo la receta.

·       * En Argentina llamamos “provenzal” a una mezcla hecha con perejil y ajo frescos y bien picaditos. Nada que ver con lo que en Provence se conoce como “provençal” pero esa historieta la dejo… ¡para otro post!

 



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