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Pan rayado








En Inglaterra pan rallado no hay, por eso hasta el inglés más neófito en la cocina lo sabe hacer casero. Hay que tostar tajadas de pan lactal en el horno (un poquito, para secarlo nada más) y después desmenuzarlo. Si somos finolis y lo hacemos sin corteza, estaríamos haciendo panko, o pan rallado japonés que se vende comercialmente acá así que, para qué. Si tenés la suerte de tener una procesadora en tu casa, entonces no te va a costar ningún trabajo hacerlo. Si tenés cocina troglodita como la mía (sin ninguna tecnología, solo un mortero) entonces te va a costar un poco más.

El panko no es igual a nuestro pan rallado (a mi entender, es más rico). Sino la otra que queda es tener pan del día anterior y rallarlo en el rallador de queso y quemar unas cuantas calorías mientras lo hacemos.


Mini-receta de yapa:

Rebozador para milanesas

Si queremos rebozador para milanesas (ese que era tan rico en Argentina y no se vendió nunca más), al pan rallado le podemos agregar queso rallado, hierbas secas y copos de cereal (en lo posible sin azúcar) procesado. Again, o lo hacés en la procesadora o lo machacás en el mortero.



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Una de mis primeras recetitas








Hoy quiero compartir uno de mis primeros experimentos en la cocina: los alfajorcitos de maicena.

Las Comiditas de Blanca Cotta ocupan un lugar muy especial para mí y es que, gracias a esa sección, publicada en la revista Anteojito todos los jueves y esperadísima ansiosamente por mí cada semana, yo aprendí a cocinar. O sea, lo que no tuve en forma más directa lo tuve a través de ella, mi maestra. Un viejo y gordo cuaderno cuadriculado (destinado a ejercicios de matemática y que jamás cumplió con su destino) ofreció sus hojas para que yo me iniciara en los “pegotes” y pegara, prolijisimamente a través de los años en los que tuve la revista, las recetitas, originalísimas en forma de historietas con su explicación al lado. Las recetitas eran muy simples la mayoría de las veces pero la historieta y los dibujos de Blanca (¡imperdibles!) te enganchaban y te daban ganas de salir corriendo a la cocina a ensayarlas. En una época en la que no había tanta tecnología cibernética como la hay hoy, era un concepto buenísimo para mantener a las nenas ocupadas en algo productivo y que, de paso, aprendieran algo. 

La imaginación de Blanca no tenía límites, nada era muy difícil para ensayar. Y creo que a mí me motivaba que ella no pensara que los chicos eran “muy chicos” para entrar en la cocina. A lo sumo, había que pedir la ayuda de un mayor pero nada era imposible “entre ollas y sartenes”. Y si las recetas no salían o no nos quedaban fotogénicas como nos tenían que quedar… a no desesperar y ¡a seguir ensayando! Porque por lo menos teníamos idea de lo que estábamos haciendo y qué era cada cosa. Mi vecinita estaba muy sorprendida porque las recetas no sólo eran “de verdad” sino que además, ¡eran ricas!

Yo no lo sabía entonces pero ya a los 5 años yo sabía lo que era el “glasé real”, un merengue, un pionono, o como batir claras “a nieve” gracias a las Comiditas. Conceptos que luego, lueguísimo ví en cursos de pastelería profesional yo los  tenía incorporados desde edad tempranísima y no eran ninguna sorpresa para mí gracias a esas recetitas. Hoy, con ojos de grande, releo esas recetitas y veo que, efectivamente, constituían un verdadero “arsenal” de técnicas y conceptos, aparentemente difíciles que hasta una nena de jardín de infantes podía ensayar. 

Blanca nos tenía trabajando como locas desde edad muy temprana. ¿Había que picar cebolla para el relleno de las empanadas? ¡Ma qué procesadora! ¡A cuchillo! Y ¡cuidadito con llorar! ¿Había que hacer dulce de leche casero? ¡Al pie de la olla revolviendo toda la tarde hasta que la mezcla tomara color “oscurito”! Y no importaba si nos perdíamos los dibujitos a la hora de la leche, el resultado final lo justificaba. ¿La recetita pedía hojaldre “casero”? ¡A estar pendiente toda la tarde de la heladera mientras hacíamos los deberes! La salsa de los niños envueltos… ¡casera y hecha por nosotras así papá se ponía contento y nos felicitaba! ¿Pan, ñoquis, masa de pizza? ¡Todo casero y a mano!

Hasta donde yo sé, nadie quemó su casa por ensayar recetas “peligrosas”. En cambio, toda una generación de nenas creció llenándose de harina y descubriendo, quizás, una vocación de por vida, como fue mi caso. 

A Blanca le debo ser la chef que hoy soy. El haber aprendido a divertirme en la cocina, a saber que no hay desafíos demasiado grandes si una se empeña mucho en lograr algo, el querer perfeccionarse día a día y, por qué no, a ser independiente y cocinar solita. Por eso te doy un ¡GRACIAS, Blanca! con un corazón de chocolate ¡así de grande y así de rico!









Alfajorcitos de maicena

  1. Bien sabemos que tú vuelves todos los días cansada de la escuela.
  2. Pero, ¿no sabes que cambiar de tarea es también una manera de descansar? Te proponemos entrar en la cocina…
  3. … y preparar una receta más fácil que la tabla del 10: ¡sabrosos alfajorcitos de maicena!
  4. Pon sobre la mesa 2 ½ cucharadas de maicena, 2 ½ cucharadas de harina leudante, 2 cucharadas de azúcar y 1 cucharada de manteca. Luego con dos cuchillos corta la manteca de modo que quede convertida en granitos. Entonces añade 1 huevo bien batido…
  5. … y amasa todo hasta obtener un bollo liso. Estíralo con el palote, dejándolo de ½ cm de espesor y córtalo en discos chiquitos. Después, acomódalos sobre una placa enmantecada y enharinada y cocínalos en horno caliente hasta que estén sequitos pero sin que lleguen a dorarse (mama sabe).
  6. Una vez fríos, une los discos de a dos con bastante dulce de leche en el medio. Luego hazlos rodar por coco rallado para que éste se adhiera al dulce que siempre asoma por los costados. ¿No te parece una recetita bárbara para invitar a tus amiguitas a tomar el té?



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